miércoles, 10 de abril de 2013

Diagnóstico: Diógenes musical


Mi socio y (sin embargo) amigo Manuel Pulido declara estar afectado por el síndrome de Diógenes en su vertiente digital. No es que haya descuidado su apariencia e higiene (todo lo contrario) , pero sufre una tendencia compulsiva a acumular todo tipo de infografías, fotos, gráficos, artículos, etc, encontrados en la red.

Supongo que es una dolencia leve. Es mas, buena parte de la información que recopila es práctica e interesante. Aunque hay que aceptar que la red está plagada de datos que, demasiado a menudo, no son todo lo veraces que debieran, no están debidamente contrastados, o directamente, son falsos. Estamos sometidos a un exceso de información. Ha sido necesario acuñar un nuevo término para ello: infoxicación.

Con la música está pasando mas o menos lo mismo. No es extraño ver que algunas personas descargan todo lo descargable, independientemente de que les guste o no. Como es gratis...
La semana pasada visité a un amigo músico. Me enseñó una carpeta de su ordenador con sus últimas descargas musicales, por si me interesaba copiar alguna cosa. La lista de archivos era mas larga que la infancia de Heidi. Eso sí, tenía prácticamente, la historia de la música de todo el siglo XX, tanto en discos como en partituras. Desde Britten a Zappa, pasando por Miles Davies, Baltimora, Sex Pistols o los Hombres G. Aplaudo el eclecticismo, pero había cosas en aquel disco duro que, no solo no eran del gusto de mi amigo, sino que ya antes había manifestado detestar. No pude evitar la pregunta... ¿Por qué te descargas algo que ni siquiera te gusta?

Su respuesta fue un tanto peregrina, así que preferí sacar mis propias conclusiones. Algunas cosas se descargan porque no cuestan dinero. Cuando ibas con mil pesetas a una tienda de discos tenías que seleccionar con mucho cuidado lo que ibas a comprar (*). Te llevabas aquello que realmente deseabas, y lo disfrutabas como se disfrutan las cosas escasas. Ahora puedes tener en tu disco duro toda la música que cabía en una de aquellas tiendas. E incluso mas.

Cuando algo no cuesta dinero, parece fácil perder la capacidad de criterio y selección. Pero nada es gratis. Aunque no pagues en moneda de curso legal terminas pagando un tributo en tiempo. Teniendo en cuenta que el tiempo es oro, y que la moneda fiduciaria vale menos cada día, puede que esa falta de selección resulte carísima. 

Hay una diferencia enorme entre poseer y disfrutar. Me quedo con lo segundo ;)

 (*) Me ha resultado inevitable hablar de comprar discos en pasado. En la ciudad donde vivo había varias tiendas de discos que ya no existen. Hoy no sabría donde puedo comprarlos sin irme a localidades vecinas...

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